Un texto de: Ălvaro RamĂrez | @alv_var
Lo contĂł Walter Salles en aquella pelĂcula interpretada por Gael GarcĂa Bernal que se titulaba “Diarios de motocicleta”. Fue un viaje de aventuras pero, sobre todo, fue un viaje de conocimiento y aprendizaje. La necesidad de descubrir la realidad de AmĂ©rica Latina.
En 1949, Ernesto Guevara cursaba segundo año en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Fue entonces cuando decidiĂł lanzarse a la aventura y recorrer las provincias argentinas de Santa Fe, el norte de CĂłrdoba y el este de Mendoza, subido sobre una bicicleta a la que habĂa adaptado un motor de fabricaciĂłn italiana. Su necesidad de descubrir hizo que terminara recorriendo todo el norte del paĂs y fue, durante varios dĂas, noticia en una de las revistas deportivas argentinas mĂĄs famosas, El GrĂĄfico.
En 1949, Ernesto Guevara cursaba segundo año en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Fue entonces cuando decidiĂł lanzarse a la aventura y recorrer las provincias argentinas de Santa Fe, el norte de CĂłrdoba y el este de Mendoza, subido sobre una bicicleta a la que habĂa adaptado un motor de fabricaciĂłn italiana. Su necesidad de descubrir hizo que terminara recorriendo todo el norte del paĂs y fue, durante varios dĂas, noticia en una de las revistas deportivas argentinas mĂĄs famosas, El GrĂĄfico.
Tras esta primera incursiĂłn aventurera y tras un par de trabajos necesarios para paliar su mala situaciĂłn econĂłmica, el ChĂ©, en una visita a la familia Granados decide embarcarse junto a su amigo de la infancia, Alberto Granados, en una aventura mucho mayor. A lomos de una motocicleta Norton de 500 centĂmetros cĂșbicos, bautizada como “La Poderosa”, se lanzan a recorrer cinco paĂses sudamericanos.
El viaje no durĂł lo que durĂł “La Poderosa”. Los dos amigos estaban dispuestos a llegar hasta el final. Granados y el Che cruzan la frontera de Chile el 14 de febrero de 1952 y en Tenuco sufren un accidente que termina con “La Poderosa” partida por la mitad y un gasto de todos los ahorros previstos para el viaje en su reparaciĂłn. La famosa motocicleta dirĂa adiĂłs definitivamente en Santiago.
El amplio recorrido que habĂan comenzado Alberto Granados y Ernesto iba a abrirles los ojos definitivamente sobre la dura realidad de America LĂĄtina, un continente azotado por la pobreza y la miseria y supeditado a una clase polĂtica corrupta y muy poco preparada. El Che iba realizando cuidadosas anotaciones en su cuaderno -siendo las mĂĄs significativas las que recopilarĂa a su paso por PerĂș- y el viaje de aventura iba a suponer un punto de inflexiĂłn muy importante en su deriva polĂtica. Durante el trayecto los dos amigos conocieron costumbres, personas, realidades y funcionamientos sociales. No pudiero abandonar la conciencia, el asma (en el caso del Che) y, por supuesto, no pudieron abandonar el fĂștbol.
Ernesto Guevara habĂa comenzado a practicar tenis junto a su hermano. MĂĄs tarde le darĂa por el ajedrez, el gol o la nataciĂłn hasta que su relaciĂłn con la familia Granados lo llevarĂa a la prĂĄctica del rugby, donde era un jugador poderoso -con la desventaja del asma- y deporte donde se ganĂł el apodo de “El Chancho” por lo poco cuidadoso que era con su higiene personal.
Ernesto Guevara habĂa comenzado a practicar tenis junto a su hermano. MĂĄs tarde le darĂa por el ajedrez, el gol o la nataciĂłn hasta que su relaciĂłn con la familia Granados lo llevarĂa a la prĂĄctica del rugby, donde era un jugador poderoso -con la desventaja del asma- y deporte donde se ganĂł el apodo de “El Chancho” por lo poco cuidadoso que era con su higiene personal.
El fĂștbol se cruzarĂa en su viaje porque debĂa ser asĂ. Alberto era un enfermo del fĂștbol, de esos a los que les gusta sentar cĂĄtedra. Con el Che pasaba lo mismo. Se habĂa declarado hincha de Rosario Central, alentaba tambiĂ©n a Pumas y su Ădolo era el gran Alfredo Di StĂ©fano. En su paso por Chile, concretamente por Chuquicamata, los amigos se encontraron con un grupo de personas que entrenaban sin parar porque tenĂan un importante partido. AsĂ relataba la anĂ©cdota el Che: “Alberto sacĂł de la mochila un par de alpargatas y empezĂł a dictar su cĂĄtedra. El resultado fue espectacular: contratados para el partido del domingo siguiente; sueldo, casa, comida y transporte hasta Iquique. Pasaron dos dĂas hasta la llegada del domingo jalonada por una esplĂ©ndida victoria de la cuadrilla en la que jugĂĄbamos”. Algo parecido les ocurriĂł en Cuzco, PerĂș, donde ambos se entrometieron en un partido y pudieron lucirse, Alberto por el centro del campo y el Che bajo palos.
Pero, sin lugar a dudas, su mayor experiencia vendrĂa mĂĄs tarde. Siguiendo con su aventura, Alberto y Guevara embarcaron en el “Mambo-Tango” en una gran travesĂa por el Amazonas que terminĂł con sus huesos en Leticia, una poblaciĂłn del Amazonas colombiano. Granados y el Che se presentan como unos amplios conocedores de la tĂ©cnica futbolĂstica, algo que parece cuajar y que unido a su origen argentino acaba con ambos de entrenadores del Independiente Sporting Club. SegĂșn el Che el equipo era mĂĄs bien una calamidad, por lo que los dos viajeros decidieron actuar como entrenadores-jugadores: “Al principio pensĂĄbamos entrenar pero nos decidimos tambiĂ©n a jugar”. Granados se metiĂł como delantero y se ganĂł el apodo de “Pedernerita”, en alusiĂłn a Adolfo Pedernera, una de las leyendas de River que, por entonces, militaba en Millonarios. El Che decidiĂł meterse de portero con alguna que otra gran actuaciĂłn que Ă©l mismo relatĂł a su madre: “Me atajĂ© un penal que va a quedar para la historia de Leticia”. En la misma carta ya contaba a su madre que iba a conocer a uno de sus grandes Ădolos futbolĂsticos: “VerĂ© a Millonarios y Real Madrid desde una de las tribunas mĂĄs populares, ya que los compatriotas son mĂĄs difĂciles de roer que ministros”. JuliĂĄn CĂłrdoba, uno de los estudiantes que los aventureros conocieron en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, contĂł mucho despuĂ©s que Granados y el Che no le dejaron en paz hasta que consiguiera llevarles a conocer a Alfredo Di StĂ©fano, por entonces militando en Millonarios. Quiso el destino que el Che y don Alfredo se cruzaran en una cafeterĂa a la que solĂa acudir La Saeta Rubia. El jugador les regalĂł dos entradas para el partido de Millonarios con el Real Madrid. Se cruzaron las miradas. Guevara no tenĂa ni idea que en unos despachos a miles de kilĂłmetros de BogotĂĄ se estaba calentando el fichaje de Di StĂ©fano por un equipo español. Don Alfredo no tenĂa ni idea que aquel muchacho desharapado, sin afeitar y con una sonrisa magnĂ©tica que era capaz de enamorar (como confesarĂa años mĂĄs tarde una periodista) se convertirĂa en el lĂder revolucionario mĂĄs famoso de la Historia.
El Che tenĂa entonces 25 años y era un 6 de julio de 1952, en un estadio Nemesio Camacho El CampĂn lleno hasta la bandera, con mĂĄs de 50.000 personas. Los blancos se adelantaron con un gol de Olsen a los 17 minutos de partido, pero a la hora serĂa precisamente Ă©l, Ălfredo Di StĂ©fano, el que empatara el encuentro.
El viaje continuĂł entre aprendizaje y balones. Pero no todo iba a ser un camino de rosas. Un incidente lleva a nuestros viajeros a tener que abandonar Colombia y saltar a Venezuela. Por entonces, Colombia estaba sumida en el caos entre el gobierno de Roberto Urdaneta ArbelĂĄez y la guerrilla. SeguĂa pesando el asesinato de Jorge EliĂ©cer GaitĂĄn el 8 de agosto de 1948 -cinco años de la historia que nos ocupa- un polĂtico de la izquierda liberal que aquel mismo dĂa tenĂa una cita con un joven estudiante cubano llamado Fidel Castro.
El aprendizaje hecho viaje tocĂł a su fin, momento en el cual los caminos de los dos amigos se separaron. La vida cambiarĂa completamente para el Che. La RevoluciĂłn Cubana habĂa triunfado y el Che se convirtiĂł en Comandante. Deportivamente, Fidel Castro le inculcĂł la pasiĂłn por el bĂ©isbol. Granados se habĂa convertido en un importante cientĂfico que un dĂa recibiĂł la llamada de su viejo amigo: le invitaba a La Habana, donde terminĂł quedĂĄndose como profesor y asesor cientĂfico. AllĂ muriĂł a los 88 años en marzo de 2011, 44 años despuĂ©s del asesinato de Ernesto.